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"El alma solo tiene, pues, que recibir la Eternidad Divina en el deslizamiento de las sombras del tiempo....



Cuando uno no se gobierna con sus propias ideas, no necesita defenderse con palabras. Nuestras palabras no pueden expresar más que las ideas que concebimos: y si no existen estas ideas, tampoco hay palabras, porque ¿para que servirían?, ¿para dar razón de lo que se hace?.
Pero si el alma no conoce esa razón, que permanece oculta en el principio que le hace actuar, y del que solo siente el impulso de manera inefable. Es preciso, pués, dejar que cada momento sostenga la causa del momento siguiente; y todo se sostiene en este encadenamiento divino, todo resulta firme y solido, y la razón de lo que precede se ve por el efecto de lo que sigue.

Quedó atrás una vida de pensamientos, imaginaciones, una vida de palabras múltiples. Ya no es eso lo que ocupa al alma, lo que la alimenta y entretiene.  El alma no vé ni prevé por donde habrá de avanzar. No se ayuda ya, con reflexiones para animarse al trabajo y aguantar las incomodidades del camino, y va pasando por todo en el sentimiento más íntimo de su debilidad. El camino se va abriendo a su paso, entra en el, y por el marcha sin ninguna vacilación. Esta alma es pura y santa, simple y verdadera, camina por la linea de los mandamientos de Dios, en una continua adhesión al mismo Dios, que incesantemente encuentra en todos los puntos de esta linea.

No se entretiene ya en buscar a Dios en los libros, en las infinitas cuestiones y en las vicisitudes interiores. Abandona el papel y las discusiones, y  El se da al alma y viene a encontrarla. No siguen buscando ya caminos y vías que la conduzacan, pués el mismo Dios le traza el camino, y a medida que ella avanza, lo encuentra claro y abierto. Asi es que todo lo que le queda por hacer es mantenerse bien asida de la mano de Dios, que se le ofrece directamente en cada paso y en cada momento, en los diversos objetos que encuentra día a día, y que se van presentando sucesivamente.

El alma solo tiene, pues, que recibir la Eternidad Divina en el deslizamiento de las sombras del tiempo. Estas sombras varían, pero el Eterno que ocultan es siempre el mismo. Por eso el alma,  sin apego a nada, debe abandonarse en el seno de la Providencia, seguir constantemente el amor por el camino de la cruz, de los deberes ciertos y las mociones indudables.

Jean Pierre de Caussade - El abandono en la divina providencia - Gratis Date.org

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